#Cuentube2 «Clarissa»

Clarissa fue el nombre de la canción que surgió esa noche de reencuentro entre amigos. Luego de años, kilómetros, estatus, y decisiones de distancia. Cada uno desempolvó su instrumento y empezó a afinar.

Los abrazos y sonrisas brotaron como fuentes interminables de cariño, por verse nuevamente, pero ahora, con las caras y cuerpos reflejando mapas que ya marcaban las amplias rutas de la existencia.

Pintores y sus obras vanguardistas, poetas, escultores, creadores de imágenes; todos llegaron a casa de Han, el único que se había quedado en esa tierra arrasada por la mala fortuna. Él prefirió conservar su modesto principado, antes que ser siervo de reyes con armaduras.

Han prometió esperarlos a todos. Enfrentaba la vasta soledad del espacio componiendo discos en su pequeña y acogedora habitación. Producía melodías y probaba las mieles de la ausencia, sabiendo que estas, quizás, algún día, por fin, se acabarían.

Amigas, amantes, esposas, novias, exparejas y cazadoras; todo un crisol femenino iluminaba cada rincón de la épica y añorada reunión. Cual universitarias, en sus tiempos, en la pista de despegue hacia el mundo real.

Un paraíso de creaciones regocijaba las almas, mientras, la bebida y la comida escarlata, servida en platitos verdes, deleitaba el paladar. Se sentía la brisa tibia de la costa cercana y la antigua torre con vista panorámica aún permanecía en pie. Tan sola y abandonada como siempre, como prueba de una época y sus fantasmas.

Todos se sintieron de nuevo como en los primeros ensayos del vivir, donde se puede creer en ser una deidad inmortal. El anfitrión no paraba de abrazar y brindar cariño y respeto a sus amigos pródigos.

Su risa era la misma de siempre, su vitalidad y comicidad eran, igualmente, las de siempre. El Pullover rosa que vestía significaba la carta blanca que siempre tuvo entre su camarilla, para ser delirantemente genial.

Todos habían llegado, nadie había faltado, ni siquiera, los más desquiciados. La noche era eterna y nada más importaba.

No solo estaban los vinos añejos, también, nuevos personajes; admiradores y futuros imitadores pululaban de aquí para allá… dejando esencia de vida nueva en cada sonrisa, cada pregunta, cada baile y cada contemplación. Esa nueva generación que ya estaba en camino hacia lo desconocido que ya todos saben.

La belleza era el líquido que saciaba la sed. Jamás se habían visto tantas demostraciones de fraternidad desplegadas y tanta variedad de rostros alegres. La música en vivo, totalmente improvisada, sonaba al presente; a eso que muchos llamarían «Indie», aunque solo era rock and roll, pero les gustaba.

La base rítmica era sumamente sencilla: dominada por el bajo y la batería. La guitarra solo seguía el ritmo de ambos, brindando un fraseo monótono, con un tono que rozaba lo alegre y melancólico, retratando perfectamente el momento que acontecía.

La canción podía escucharse entre una multitud o en soledad. En pareja, durante el ejercicio; de día, o de noche, en la realidad o en el sueño. Aún hoy, sigue sonando y transitando esa delgada línea entre lo tangible y la imaginación del subconsciente.

Todos se sintieron participes de esa pieza que se creaba a partir de ese hermoso momento. Fue entonces cuando una de las mujeres más hermosas y codiciadas preguntó:

– ¿Y esa canción? ¿Cómo se llama?

Los músicos no supieron cómo responderle, solo seguían entregados al momento de la ejecución con química perfecta.

– Es nueva, improvisada. Fruto del momento que está pasando ahora

– Le respondió una de las chicas de la generación de relevo que ahí se encontraba-

La hermosa mujer volvió a preguntar:

– ¿Pero saben cómo se llama? ¿O es solo un tema que morirá en el jamming?

– ¡Clarissa! ¡Llámenla Clarissa! -Gritó Han desde el medio de la sala, dejando escapar una carcajada-

Los músicos asintieron y la verdad es que todos los presentes se mostraron de acuerdo.

– ¿Y quién es Clarissa? -preguntó alguien-

Han respondió con su humor y carisma acostumbrados:

– La verdad no tengo ni puta idea, pero suena como un buen título para una canción ¿O no?

Los miembros de la gran celebración por el reencuentro, luego de pensarlo por unos segundos, rompieron en carcajadas, dando aprobación a otra de las delirantes genialidades de Han.

La música siguió hasta desvanecerse, tal como los rostros, las risas y esa inigualable plenitud y alegría. Entonces, de pronto, sonó la alarma del despertador, dejando la sensación de haber estado; pero que nada realmente sucedió.

 ***

Clarissa es el nombre de una canción que habla de desesperación. Fue una grabación en casa de amistades que jamás volvieron a verse: soledad, un momento muy bajo en la vida, pero que recuerden la alegría que quizás produzcan los reencuentros entre una generación que se perdió totalmente.

Un grupo que tuvo sueños, promesas, pero que se distanció. Ahora todos viven lejos. Ahora, todos sufren el castigo. Son grandes, todos y todas.

Esa alegría y pasión de juventud solo pueden verse en la oscuridad de la madrugada, donde todos siguen jugando, ahí, donde los platitos son verdes y la comida es escarlata.

Duele lavar esas piezas de cocina. Las manos están dormidas y el frío las carcome, las corroe, las gangrena, las hincha.

Esa Generación X, insegura, que fue cagada por sus viejos, por las religiones y los desalmados gobiernos.

Cagados y mil veces cagados sin piedad por la confusión, el miedo y los comunistas asesinos, que acompañaban a capitalistas genocidas y esclavistas.

Unos militaban con la diestra en alto, otros, con la siniestra. Hoy, dos exactas gotas de la misma tormenta.

Esa gente fue a la fiesta de Han. Aunque nunca existió tal celebración; muchos de los que ahí estaban pertenecían a un bando, u otro.

Algunos lo asumían con orgullo; otros, lo eran por conveniencia y muchos más, eran conscientes. Otro gran grupo lo era de forma inconsciente.

Generación separada, sufrida y autoflagelada. La antigua torre con vista panorámica aún debe permanecer en pie, tan sola y abandonada como siempre, como prueba de una época y sus fantasmas.

 FIN

(c) Edwing Salas 22/07/16