¿Alguna vez has pagado para ir a un funeral?

Hernán sabía que no era una persona carismática. Comprendía muy bien que muchas de sus decisiones, conductas y su carencia de bienes materiales no le proporcionaban estatus, vida social o relaciones amorosas de las cuales poder enorgullecerse.

Sin embargo, recientemente recordó con hilarante ironía la vez cuando le notificaron sobre la prematura muerte de un excompañero de la universidad.

Gabriel había sido víctima de un trombo surgido en una pierna infectada, lo que le originó un infarto fatal, luego de meses de hospitalización. ¿Cómo había podido pasarle esto a un hombre sano de 37 años? Con una pequeña hija y en ascenso hacia una prometedora carrera de comentarista deportivo.

Los deportes eran su mayor obsesión. Siempre quiso ser una estrella del baloncesto, béisbol o fútbol. Su fisionomía no le permitía cumplir sus sueños, así como tampoco sus prominentes gafas de topo. Era un sujeto muy querido por su integridad, calidad humana y trabajo.

-Habiendo tantos políticos, asesinos y ladrones, tenía que tocarle a este agradable ser humano. Nada tiene sentido.

Fue la respuesta de Hernán al enterarse del hecho, gracias a una llamada de Liliana, excompañera de la escuela de comunicaciones, con quien mantenía el contacto debido a que ambos habían formado parte de un equipo de producción audiovisual recientemente.

– ¿Quieres ir a darle el último adiós? Vamos todos los compañeros de la facultad.

En ese punto, Hernán dudó. Después de la graduación, nunca se sintió apegado a la idea de mantenerse en contacto con sus colegas de la carrera, ya que nunca encajó, ni por su conducta, ni por su apariencia, ni por su apellido insípido.

Estaba seguro de que si el fallecido hubiera sido él, ninguno de ellos habría asistido, y les daría igual si lo arrojaban a una fosa común o si lo dejaban en el depósito de cadáveres no reclamados de la facultad de medicina.

– ¿Hernán sigues ahí?

– Sí. ¿Dónde será el velatorio?

-En el Club Gallego. La comunidad deportiva decidió hacerle una ceremonia privada en la capilla del lugar.

-Okey, dime la hora de la ceremonia y seguramente apareceré por allá.

-Otra cosa Hernán.

-Sí, dime.

-Los que no recibieron invitación oficial y los que no son miembros del club, tienen que pagar para ver al difunto.

– O…key, yo te llamo.

Hernán cerró la llamada y apagó el celular. De inmediato continuó tecleando en su computadora, sin perder el objetivo del día: terminar y enviar el script de la jornada a la plataforma de contenidos para la que trabajaba.

¿Pagar para ir a un funeral? ¡Negro, por favor!

FIN

(c) Edwing Salas