#Cuentube1 «Riorda»

«Vuelo como una mariposa pero pico como una abeja»


                                                                Muhammad Ali

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Las manos de un boxeador de peso pesado es imposible que quepan en guantes de seda de primera comunión, sin embargo, este es otro episodio de desvarío en la mente de Riorda, el quinto en menos de treinta días.

En pleno ascenso en el ranking mundial, el cerebro y todo su sistema nervioso empiezan a pasarle factura. Él tenía claro que esto le sucedería, pero quizás, más tarde, cuando ya hubiese ganado unos cuantos millones que le aseguraran un retiro digno y una agonía decente.

Cuando las consecuencias del modus vivendi de una persona se presentan de forma tan inoportuna, el conteo de protección se acelera, la cercanía al número nueve es aún más rápida e implacable; y si no hay como ponerse de pie, la campana entra con su vibración mortuoria, sellando el destino de la pelea.

Hay que moverse con rapidez para esquivar cada golpe y poder pegar de primero. En el cuadrilátero no se piensa, se es movido por el instinto. La vista, el oído, el sentido de orientación y supervivencia son un latido unísono. El adversario tiene mil caras y nombres, con sus sinónimos, pero siempre es el mismo: caída, revés, derrota, Hades, Averno, Seol.

Una caída no es el knock out definitivo, si logras levantarte en menos de tres segundos. Resucitar al tercer día luego de un golpe es la humillación total. Por eso, si hay que retornar, debe hacerse al tercer segundo, si no, quédate horizontal, viendo las luces del techo y los relámpagos de las cámaras.  Acepta los millones de la pérdida e inicia tu carrera como payaso de lucha libre.

Los restos de seda blanca apenas cubren las manos vendadas, hinchadas y obreras. La derecha es la que más sufre, está muy abultada, duerme, al igual que todo el brazo. «No son estos los guantes. Son aquellos, los azules y grandes”. A pesar ese momentáneo brote de conciencia, Riorda sigue de pie frente al espejo, en corto circuito. Trata de entender ese reflejo anacrónico que contempla.

Hay abejas dentro de su cabeza. Asesinas africanas que emergen en los momentos más decisivos. Introducen sus aguijones venenosos en trofeos y victorias, para dejarlos convertidos en relojes rotos. Las mariposas en el estómago han perdido las alas y ahora son ratas.

«El dolor sólo existe en la mente». Otro pequeño brote de conciencia y entrenamiento lo hacen volver en sí. «¡Ling!»  «¡Ling!» «¡Ling!» …la campana irrumpe, mortuoria.

El adversario tiene mil caras y nombres, con sus sinónimos, pero siempre es el mismo: caída, revés, derrota, Hades, Averno, Seol.

Las manos de un boxeador de peso pesado es imposible que quepan en guantes de seda de primera comunión, son demasiado hinchadas y obreras, pero eso no le impedirá a Riorda seguir batallando hasta el último aliento. Todos caen, pero no todos han podido levantarse. En este encuentro decisivo él no se permitirá resucitar al tercer día.

FIN

 (c) Edwing Salas 18/09/16

 



                                                               

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