El relámpago y la montaña

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Cuando Briceño resbaló en la ducha y su nuca se partió en dos contra la orilla del desnivel no alcanzó siquiera a pensar “Que muerte tan estúpida y común”.

Su alma llegó rápidamente al páramo de las cuentas pendientes, un paisaje de hermosas montañas azules, envueltas en suave neblina malva y cubiertas con nieve color salmón.

Muchos creen en el purgatorio, pero la verdad es que cuando alguien muere va hacia esas cúspides a tener su auditoria personal, el cuadre de las facturas, las cuentas pendientes que dejaste en vida, ya sea por hacer o dejar de hacer. Es el encuentro con la verdad de tu vida, con lo que realmente es.

Una voz profunda le dijo:

–  Javier Enrique Briceño Céspedes, 54 años, se cumplió tu plazo en el plano carnal y ha concluido según lo previsto.

–  Si, está muy bien, pero y yo, es decir, mi cuerpo como se va a quedar ahí, desnudo.

–   No te preocupes, la envoltura biogénica será encontrada al tercer día, gracias al olor de tu descomposición, según está previsto en tu epilogo. Te harán un homenaje post mortem y los medios de comunicación reseñarán tu labor como gran hombre de las letras.

–   Bien, eso está bien, pero digo, ¿De quién fue la idea de morir tan estúpidamente?

–   Fue tuya, escogiste tu manera de morir

–    No lo recuerdo.

– Esa es parte de la gran paradoja. En esta fase todavía no recordarás muchas de tus elecciones para inserción y abandono del espacio humano temporal.

– ¡Háblame en cristiano y muéstrate! ¡Hazme el favor!

–   La conciencia no se materializa, lo más terrenal que puede llegar a ser es un sonido.

–   Ah, ¿Eres mi conciencia acaso?

–  Si eso es lo que crees, entonces, así es…

Eso dejó realmente confundido a Briceño. Esa no era su idea de la muerte, ni de rendir cuentas, afortunadamente, pero sabía que igualmente las cosas se iban a poner muy locas.

– ¿Preparado para tu biografía? – preguntó la voz de la conciencia-

Briceño asintió demostrando cada vez más intriga y nerviosismo.

Una espesa neblina malva que pasaba frente a él se detuvo y cambió de color. Ahora era blanca y sobre ella se empezaban a reflejar imágenes como en una película.

Ahí estaban su padre y su madre de novios la noche en que fue concebido.

– ¿Tengo que ver esto? – preguntó avergonzado y con ansias, típica reacción freudiana-

El silencio y el vacío fueron respuesta suficiente. A medida que transcurrían las imágenes venían a él las mismas sensaciones que sintió en cada momento: dolores, placeres, anhelos, envidias, temores, frustraciones, alegrías, regocijo, satisfacciones; la dulzura de la razón en cada buena decisión y la amargura del error cometido.

Había mucha saturación y cansancio dominándole, pero lo visto le llenaba de optimismo al saber que la balanza pesaría más del lado de las buenas obras, hasta que se topó con ese recuerdo, en apariencia olvidado, pero sintió el renovado peso de los dos años en que se vio atormentado por tal muestra de cobardía e indecisión.

Fue hace veinte años, en una serranía tropical donde la lluvia de media noche azotaba el paisaje con gotas gruesas que caían sin piedad. Cada relámpago se quebraba en el firmamento e iluminaba el verde paisaje y a su persona, acompañado de esa chica a quien hace tiempo venia “sobreestimando” gracias al continuo trato en el trabajo, el cual, los había llevado hasta ahí.

Su animal interior llevaba rato erguido y babeando, buscando la oportunidad para atacar. Quizás la chica estaría en busca de alguien o se dejaría llevar, es decir, era una aventura de una noche en una montaña, era perfecto, eso era todo. Pero Briceño, no muy guapo y, en ese momento, pobre, se dejó llevar por su peor enemigo: el futuro.

A pesar del ron, el clima y el paisaje, no actuó, sino que evaluó la situación y se dio cuenta que él no podía llevar las cosas al siguiente nivel. Sería el principio del fin: coger tan solo por diversión, para luego engancharse a coger por amor. ¿Después qué?

Sabía que, si se decidía y todo fluía satisfactoriamente, se enamoraría. Se conocía, o eso creía en ese momento, si la unión se quebraba tiempo después, él sería el más perjudicado y, si todo se iba a la mierda de inmediato a causa de su falsa percepción e interpretación de las cosas que venían sucediendo, también sería un desastre.

Ella no era linda, de hecho, no entraba en su perfil de mujer atractiva, solo era una chica “cogible”, pero definitivamente algo tenía: encanto natural, ingenuidad y bondades únicas, mucha inteligencia, sensibilidad y visión romántica de las cosas.

La semana siguiente a esa noche confusa sintió y pensó: “Esas son las peores, hablan de amor sincero, libertad plena y abolición de prejuicios, siempre y cuando la tarjeta de crédito y la chequera no dejen de funcionar” -Una hippie de mierda clase media-

– ¡Me engañaste! ¡Me engañaste hija de puta!

– ¿Me hablas a mí? – preguntó la voz-

– ¡Por supuesto que sí! ¡Grandísima sucia! ¡Ella pudo haber sido la chica!

– Se dio el lugar el momento, la oportunidad y tú hiciste una elección, la elección fue no actuar

–   Fui un estúpido y un cobarde. Desde ese día nunca fue lo mismo, esa noche había conexión, pero al amanecer lo había arruinado todo. Soy un imbécil, desperdicié muchas oportunidades como esa en mi vida.

–  Entiendo y también siento que ese sentimiento es muy perturbador. La condena que recae al no saber que hubiese sucedido de haber escogido la otra opción, la más evidente, la que cualquiera hubiese elegido.

-Tú me ordenaste no dejarme llevar por lo evidente.

–   Y te fue bien ¿No?

-Sí, pero me invade de nuevo la incertidumbre. Ahora quisiera haber escogido “mejor” que “bien”.

-Con este recuerdo en específico ¿Te sientes arrepentido?

– Si.

– Estamos avanzando.

– ¿En qué? ¿Qué tratas de decirme?

-De todo lo que has visto, es lo primero de lo que te arrepientes, no es gran cosa, pero ahí hay una sensación de culpabilidad y te arrepientes.

– ¿Entonces? ¿Esta es una experiencia de aprendizaje? ¿O una cuenta pendiente que tengo?

-Podría ser.

– ¿Con ella o conmigo mismo?

– Ahí está el secreto de la duda- dice la conciencia con aires de sabiduría infinita-

– ¿Qué ocurrió con ella?

–   Vamos, lo sabes bien. Se casó un año después con ese compañero de ustedes que venía cortejándola y es una feliz dama de familia, rica y está a punto de ver graduar en Francia a su hijo mayor.

– ¿Entonces? ¿Al final hice lo correcto?

– El temor a que ella te cortara las alas repentinamente y te dijera que estaba saliendo con ese muchacho más aventajado que tú fue lo que te obligó a ponerme en medio. Te ha llevado mucho tiempo creer…

– ¡¿Creer en qué?! ¡¿En la bondad del ser humano?! ¡¿En la buena fortuna?! ¡¿En dios?! ¡¿En la suerte?!

– Si, digámoslo así, y, además, en ti

-En este momento no sé si creo en mi o en todo esto. ¿Dónde me encuentro exactamente? ¿Qué hago aquí?

-Otra gran paradoja.

El tiempo para las almas no es el mismo para quienes son de carne y hueso, sin embargo, lo proclive de Briceño a entablar discusiones y debates filosóficos de trascendencia para “evaluarlo todo, de cara al futuro”, le hizo permanecer más de lo que le tocaba en la cima de su montaña de las cuentas.

Tan solo encarar esa insignificante deuda consigo mismo le llevó varios milenios discutiendo con la voz de su conciencia ¿O de su subconsciente?

Aún le faltaba enfrentarse con los recuerdos de las decisiones que realmente influyeron en su vida y ejercieron algún efecto positivo o negativo en otras personas de su verdadero círculo de vida.

FIN

© Edwing Salas

21/09/13 

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